miércoles, 23 de noviembre de 2011

la cruz


Dos maderos, uno en el horizonte, visible.

Otro más que apunta y apuñala el cielo

Lavando las culpas, las caídas, los yerros.

Distintivo del dolor que nos baña las penas

La cruz de mis mayores y viejos consuelos.


Cansancios propios de lo que cada uno es,

O pretende ser, con lo que tiene a mano.

Hay un poder irresistible en la mirada propia

Que nos ampara de las penurias de la vida

Y en cada cruz, se redime eso que somos.


Porfiado Cristo, que nos libra del desconsuelo

Con el diario y constante escudo que regala.

Ese escudo que no tuvo en su cruz, en su fin

Y que sin embargo es la muestra de su valor

Entregado para vivirlo, por algo o por nada.


Ternura sin fin, la de la cruz y los maderos

Amor de amores y castigo de castigos.

Escarnio, burla, morir a los vanos intentos.

Una cruz de expectativa en la desesperanza

Un proyecto nuevo para mí hombre viejo.


El esfuerzo puede valer la pena o la alegría

Ya no hay reproche, ni siquiera condena

Hay una libertad creciente y sanadora.

Hay rescate y reconquista y batallas mías

Por eso soy cruz, hasta el fin de los días.


Guillermo Allerborn

23/11/2011

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