Otro más que apunta y apuñala el cielo
Lavando las culpas, las caídas, los yerros.
Distintivo del dolor que nos baña las penas
La cruz de mis mayores y viejos consuelos.
Cansancios propios de lo que cada uno es,
O pretende ser, con lo que tiene a mano.
Hay un poder irresistible en la mirada propia
Que nos ampara de las penurias de la vida
Y en cada cruz, se redime eso que somos.
Porfiado Cristo, que nos libra del desconsuelo
Con el diario y constante escudo que regala.
Ese escudo que no tuvo en su cruz, en su fin
Y que sin embargo es la muestra de su valor
Entregado para vivirlo, por algo o por nada.
Ternura sin fin, la de la cruz y los maderos
Amor de amores y castigo de castigos.
Escarnio, burla, morir a los vanos intentos.
Una cruz de expectativa en la desesperanza
Un proyecto nuevo para mí hombre viejo.
El esfuerzo puede valer la pena o la alegría
Ya no hay reproche, ni siquiera condena
Hay una libertad creciente y sanadora.
Hay rescate y reconquista y batallas mías
Por eso soy cruz, hasta el fin de los días.
Guillermo Allerborn
23/11/2011
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